DIPLOMACIA Y DIPLOMÁTICOS (I)
Entre los Altos Cuerpos de la Administración General del Estado, la Carrera Diplomática es, probablemente, uno de los más desconocidos, al menos si nos atenemos al Informe de Calidad y Sostenibilidad de los Servicios Públicos, recientemente publicado por la Agencia Estatal de Evaluación de la Calidad de la Administración Pública (AEVAC).
Según este Informe, el nivel de confianza que inspiran los diplomáticos al ciudadano medio es, junto con el de los inspectores de hacienda, uno de los más bajos, pues no sobrepasa el 33%, muy alejado, por ejemplo, del de los profesores de centros públicos de enseñanza, que ronda el 86%, lo que no deja de plantear numerosos interrogantes: ¿a qué hay que atribuir un nivel de confianza tan bajo? ¿a un problema de comunicación de la propia Carrera Diplomática, por no saber transmitir de forma adecuada el alcance y contenido de su función? ¿o a un problema de (des)información de los medios de comunicación, por reducir esta función a cuestiones puramente irrelevantes, cuando no meramente anecdóticas, o por difundir de forma sistemática una imagen errónea de la diplomacia al confundir ésta con la política exterior.
En los últimos meses, algunos diplomáticos, al término de su vida profesional, han empezado a publicar memorias, ensayos o manuales, contribuyendo con ello a acercar la actividad diplomática a los lectores interesados en conocerla. Así, Jorge Dezcallar con "Valió la pena"; Javier Rupérez, con "La mirada sin ira"; Francisco Villar, con "La Transición exterior de España. Del aislamiento a la influencia (1976-1996)"; y José Antonio Yturriaga, con "Los Órganos del Estado para las Relaciones Exteriores". En el primer caso, el autor repasa su trayectoria, a caballo entre la Diplomacia y la Política, sin dejar de poner de relieve algunos problemas de nuestra política exterior (las relaciones con Estados Unidos tras la retirada de nuestras tropas de Iraq) e interna (la gestión de los atentados del 11M). En el segundo, de Javier Rupérez, hay puntos en los que el recorrido de éste coincide con el de Jorge Dezcallar, como su participación en diversos procesos de definición de nuestra política exterior -el Acta Final de Helsinki, en un caso; la Conferencia de Paz de Madrid, en otro-, o su nombramiento como Embajadores en Estados Unidos, pero estas coincidencias terminan ahí, pues el perfil y compromiso político de ambos difieren notablemente.
Si los dos primeros son libros de memorias, el tercero, de Francisco Villar, es una especie de "tertium genus", a mitad de camino entre el informe, el ensayo y las memorias, pues de todo ello hay en él, y es precisamente esta mezcla de géneros lo que impide clasificarlo en uno concreto, pero desde luego en modo alguno negarle los méritos que tiene, en particular por tratar de explicar, desde una óptica política muy definida, eso sí, la etapa de Transición exterior -de 1976 a 1988- , y tras ella la que el autor llama de Influencia internacional -de 1989 a 1996 -. Dicho ésto, si algo se le puede achacar es, por un lado, el planteamiento excesivamente reduccionista de parte de esa Transición exterior, en especial la que va de 1976 a 1982; y, por otro, la crítica de la etapa 1996-2004 en las Conclusiones, sin haber sido objeto de un análisis previo. Por último, cierra este breve comentario el libro de José Antonio Yturriaga, que es, como el propio autor apostilla a modo de subtítulo, un "Compendio de Derecho Diplomático y Consular", y que presenta la ventaja de ofrecer desde una perspectiva eminentemente práctica un análisis de las instituciones diplomáticas y consulares, completando así la versión más académica - y canónica- del Curso de Derecho Diplomático y Consular de Eduardo Vilariño.
(Artículo publicado en el Suplemento Euro del Diario Atlántico, domingo 12 de Junio de 2016)