DIPLOMACIA Y DIPLOMÁTICOS ( Y II)
Despejadas las incógnitas del referéndum británico y de las elecciones españolas, queda por ver ahora cuáles serán sus consecuencias a medio y largo plazo sobre empresarios y particulares.
Entre tanto, en esta carrera que, como dice Giovanni Sartori, no sabemos si va "hacia ningún lugar", lo más inmediato es concluir el artículo iniciado semanas atrás sobre Diplomacia y Diplomáticos y en el cual decía que la Carrera Diplomática es probablemente una de las profesiones más desconocidas para la opinión pública, ya sea por las carencias de la política de comunicación de la propia Carrera, ya sea por la falta de conocimiento de los medios de información a la hora de hablar de ella. Una de esas faltas de conocimiento, que se repite una y otra vez de forma recurrente, es la fusión de la Diplomacia con la Política Exterior, llegando a considerarlas una misma cosa y haciendo asumir a aquélla, como consecuencia de ello, las insuficiencias de ésta, a pesar de ser dos conceptos distintos: la Diplomacia, que no es un fin sino un medio, se ocupa de la ejecución de la Política Exterior, mientras que esta traza las directrices de la acción internacional del Estado.
Una confusión no menor que la que acabo de comentar es la producida por la extrapolación del concepto de Diplomacia a otras figuras, como "diplomacia no oficial", "diplomacia privada", "diplomacia corporativa", "diplomacia ciudadana" o "semidiplomacia", que aún cuando sustancialmente podrían considerarse diplomáticas, formalmente no lo son. Esto no obstante, no cabe dejar de reconocer la utilidad de las funciones que desempeñan al margen de la Diplomacia convencional, como complemento o extensión de ésta en acciones relativas a la promoción comercial, la atracción de inversiones o la cooperación internacional, acciones a las que aquélla, la Diplomacia convencional, digo, dirige también cada vez más su atención en búsqueda de un mayor fomento de las relaciones económicas entre los Estados. En este contexto, el apoyo de esta Diplomacia tradicional a las empresas para ayudarlas a competir en mercados exteriores, facilitando el acceso a los mismos a través de canales oficiales o privados y allanando en la medida de lo posible su participación en concursos y licitaciones es a todas luces esencial. A veces no exento de críticas, es cierto.
Una última confusión sobre la Diplomacia y los Diplomáticos es la proyectada por el cine y la televisión al ofrecer una imagen distorsionada de aquélla y de éstos, que nada o muy poco tiene que ver con la realidad, convirtiendo a la función diplomática y a los funcionarios que la ejercitan en una caricatura de sí mismos. Amador Martínez Morcillo, en sus libros “Cine y Diplomacia” y “Los Diplomáticos y el Cine”, ha tratado de salir al paso de este estado de cosas, criticando la visión negativa dada a este respecto en diversas películas, como “El discreto encanto de la burguesía”, de Buñuel, o “Desaparecido”, de Costa-Gavras, entre otras; o, añado, en algunas series de televisión, como “The Brink”, de HBO, o “La Embajada”, de Atresmedia, que, como las películas citadas, inciden en clichés absolutamente trasnochados. Afortunadamente, en medio de esta distorsión, otras películas, como “Argo”, de Ben Affleck, o “Diplomacia”, de Völker Schlöndorff, reivindican el papel de los diplomáticos y colocan su función en la justa perspectiva.
(Artículo publicado en el Suplemento Euro del Diario Atlántico, domingo 24 de Julio de 2016)