CUANDO LA POLÍTICA ES UN JUEGO DE SUMA CERO
Al término de la Segunda Guerra Mundial, Arnold J. Toynbee escribió "La Civilización puesta a prueba", un ensayo que, aunque ha quedado un poco anticuado en algunas de las observaciones hechas por su autor, en lo esencial sigue siendo tan profético ahora como entonces, en particular por lo que se refiere a lo que él definió como "empequeñecimiento" de Europa, fruto de la convergencia de energías e iniciativas no europeas. Pues bien, algo semejante nos está sucediendo a nosotros en estos últimos años, al haber puesto a prueba la Transición que con tanta dificultad se llegó a consensuar, y que ahora resulta igualmente "empequeñecida", como consecuencia del silencio de unos, del rechazo de otros y, sobre todo, de una política convertida una vez más en un juego de suma cero en el que brilla por su ausencia el liderazgo que el país necesita con premura (hay más "privilegentsia" que "intelligentsia") y en la que aquélla, la política, digo, caricaturizada, encuentra su mayor expresión en el sectarismo ideológico, la confrontación incívica y el analfabetismo funcional.
Este juego de suma cero se ha visto agravado todavía más, si cabe, por la emergencia de ciertas fuerzas a las que no les ha faltado tiempo para patrimonializar las instituciones públicas; erosionar de forma lenta, pero gradual, la democracia y el orden constitucional; alentar lo que Stanley J. Payne llama la "revolución de las aspiraciones crecientes", amparando la "okupación" de viviendas, oficinas y locales de negocio, o vías públicas, sobre la base de un supuesto derecho de los "okupas" a " nuevos espacios de convivencia"; paralizar todo tipo de inversiones mediante una retórica anticapitalista primaria que deja la economía en tierra de nadie: se rechaza el capitalismo, pero no se instaura el colectivismo; extender la red clientelar mediante la contratación pública de afiliados, simpatizantes o familiares; instaurar "versiones originales" como única fuente de información, denigrando en paralelo cualquier otra "versión" que no coincida con la suya; y, por último, sin que esto suponga agotar esta lista, justificar, siempre que les afecte a ellos, cualquier tipo de procesamiento, imputación o condena.
Si la Transición es puesta a prueba por estas fuerzas que emergen, no lo es menos por las que están en el poder: aquéllas, como hemos visto, por acción; y estas otras, como veremos, por omisión. Porque ¿cómo es posible permanecer pasivo ante el incumplimiento permanente de leyes o sentencias? ¿cómo es posible paralizar o atenuar cualquier intento de reforma que mejore la eficiencia, la transparencia y la competitividad? ¿cómo es posible ignorar la constante violación de la división de poderes? ¿cómo es posible asistir impertérrito a una constante modificación de las normas vigentes, con la consiguiente quiebra de la seguridad y estabilidad jurídicas? ¿cómo es posible pasar por alto la reiterada amenaza a la unidad territorial? El activismo de las primeras y la pasividad de las segundas, especialmente esta última, nos recuerda la de otras fuerzas de una historia no tan lejana en las que nadie, pese a la gravedad de los problemas del momento, tuvo la generosidad necesaria para dejar de lado personalismos y obsesiones por estatus y liderazgos políticos. ¿Volverá a ocurrir?. ¿El elector informado y formado, si es que existe, dejará que vuelva a ocurrir?.
Antonio Viñal
Antonio Viñal & Co. Abogados
(Artículo publicado en el Suplemento Euro del Diario Atlántico, domingo 26 de Junio de 2016)